Cada 26 de junio, se realiza la Campaña global “Support Don´t Punish/Acompañe. No Castigue”, que busca resignificar el mensaje sobre las personas usuarias de sustancias psicoactivas, promover la reducción de daños y combatir la criminalización y estigmatización. En Córdoba, desde la Asociación Civil Programa del Sol, insistimos en la necesidad de acompañar y no castigar, e incluir intervenciones con perspectiva de género.

Por Trabajadoras del Programa del Sol Asociación Civil para La tinta

El sistema patriarcal vulnera especialmente el derecho a la salud de mujeres e identidades disidentes en situación de consumo de drogas. Estas poblaciones se enfrentan con barreras simbólicas, económicas y culturales a la hora de acceder al sistema de salud en general y, particularmente, cuando son problemas asociados a la salud mental, entre los cuales se cuentan las demandas por situaciones de consumo problemático de sustancias.

En el actual contexto de crisis sanitaria y aislamiento, se triplicaron las demandas en tratamientos por situaciones de consumo problemáticos de drogas específicamente con mujeres y esto tiene que ver, por un lado, con la complejidad de la soledad o la convivencia familiar, y la sobrecarga de las tareas de cuidado, pero, por otro lado, con la posibilidad de acceder a un tratamiento de manera virtual como un beneficio al no tener que exponerse públicamente.

Las consecuencias del patriarcado en los consumos de sustancias

Tanto mujeres como otras identidades llegan en un porcentaje mucho menor a tratamiento (en nuestra institución, 5 de 70 varones), el porcentaje se reduce en la posibilidad de sostener y permanecer en esos espacios. Esto está relacionado directamente con una doble estigmatización; por un lado, la de personas consumidoras de sustancias y, por otro, la de no asemejarse a los cánones heteronormativos marcados por el patriarcado, por no cumplir con los roles, funciones y cuerpas histórica/social y culturalmente asignados según géneros. 

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(Imagen: Programa del Sol)

En el caso de las mujeres, desde esta mirada, se cree que, si consumen drogas, no pueden hacerse cargo del “cuidado de les otres”, no son sumisas ni dulces ni cariñosas y, menos aún, estarían en condiciones de gestar y criar hijes. Sentidos sociales que generan sentimientos de culpa, impotencia, angustias y otros malestares subjetivos; además de las constantes violencias machistas a les que son expuestes cotidianamente.

Históricamente, tanto el Estado como las instituciones sociales han sostenido y reproducido (y, en muchos espacios, lo siguen haciendo) el binarismo sexual y de género como lo “natural y lo normal”. La heteronormatividad, entonces, funciona como el gran organizador de las relaciones sociales, determinando qué está bien y qué no, qué es normal y qué no. En este contexto, la comunidad LGBTQI+ queda excluida de derechos varios, entre ellos, el derecho a acceder a un dispositivo de salud cuando tienen problemas con el consumo de sustancias. 

Esa exclusión les ubica en un lugar (que no es elegido, sino impuesto), donde demandar tratamiento implica exponerse, en algunos casos, a equipos e instituciones que no les contienen, o a dispositivos que vuelven a excluirles, a profesionales y compañeres que provocan nuevas violencias patriarcales sobre sus cuerpos. Entonces, desisten (en el mejor de los casos) o ni siquiera hacen el intento (convengamos que demasiada es la violencia cotidiana a la que están expuestes).

Desde nuestra Asociación Civil, hace 8 años, empezamos a registrar que estas opresiones de género se manifestaban explícitamente en las mujeres e identidades disidentes con consumos problemáticos de drogas a través de la imposibilidad de verbalizar el consumo, la invisibilización y/o minimización de dicha situación, las dificultades de accesibilidad o de permanencia en los dispositivos de salud. En algunos casos en que pudieron acceder, referían a situaciones de re-estigmatización por parte de los equipos de los dispositivos de salud o, incluso, la re-estigmatización por parte de los compañeros de tratamiento.

La desafiliación social y familiar aparece como un dato relevante, en general, es una población que llega mucho más sola a tratamiento, con una carga emocional negativa mayor por los mandatos no cumplidos y el reproche permanente de parte de quienes les rodean. En sus trayectorias vitales, aparecen situaciones de violencias patriarcales varias (institucionales, familiares, de pareja).

Otra de las cuestiones que observamos diferencialmente en estas poblaciones es la auto percepción negativa del cuerpo, sentimientos de culpa y menosprecio ante la posibilidad de empezar y/o sostener tratamientos. En muchos casos, el consumo de sustancias aparece condicionado por relaciones de subordinación frente a varones/otres parejas. Aparecían abusos en situación de consumo y la consiguiente culpabilización sobre quien, en realidad, es la víctima: “se dejó”, “pero si no me dijo nada”, “ahora me vas a decir que no te gustó”, etc. En algunos casos, el consumo ha aparecido como modo de hacerle frente a historias de abusos (sostenidos en el tiempo o no), pero que fueron silenciados.

Las posibilidades de acceder al mercado productivo de empleo y las condiciones y modalidades para mujeres y otros géneros son menores y precarizadas, lo que implica (no como determinación, sino como probabilidad) que muches usuaries se involucren en la comercialización/guarda de sustancias como estrategia de supervivencia. Esto les genera un ingreso, pero, a su vez, les ubica en un marco de ilegalidad, lo cual les agrega otros dos estigmas, el de delincuente y criminal, quedando muy expuestes a tener problemas legales, incluso, de encarcelamiento.

Acompañar con perspectiva de derechos y géneros

A partir de esta realidad, pensamos en la necesidad de espacios o dispositivos específicos para el trabajo con mujeres y la comunidad LGBTIQ+ con perspectiva de géneros. Un espacio donde puedan pensarse desde la salud integral, posibilitando el reconocimiento de las implicancias que estos consumos tienen en sus vidas cotidianas, que funcione también como un proceso de reconstrucción y reconocimiento, y que tenga como objetivo trabajar sobre las situaciones de consumo de cada une, pero también visibilizar desigualdades, diferencias e inequidades de géneros en lo cotidiano. Una propuesta donde puedan poner en juego el cuerpo y no sólo la palabra.

Suele creerse que existe enfoque de género sólo porque se trabaja con mujeres y/o otras identidades, pero no es condición suficiente en la medida que no se considere la situación de subordinación, el desbalance en la relación de poder que tienen con el hombre u hombres de su entorno, la presión que ejerce la asignación de roles de géneros y las expectativas creadas para que elles las acaten sin cuestionarlas, etc.

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(Imagen: Programa del Sol)

Como trabajadoras en estos dispositivos de salud, nos surgen cotidianamente desafíos, preguntas y dificultades que intentamos afrontar y trabajar de manera colectiva. Consideramos imprescindible el trabajo de articulación con otras organizaciones y colectivos que trabajan con mujeres y disidencias, para pensar dispositivos que respondan a sus necesidades y particularidades.  

Muchas mujeres que son madres concurren al espacio de tratamiento con sus hijes, hermanes, sobrines, afirmando el rol de cuidado socialmente adjudicado. La mayoría de las veces porque no tienen con quien dejarlos a cargo o porque, a último momento, los acuerdos hechos con la familia se modifican. Eso deja en evidencia que ser mujer y ser madre ya es una barrera de acceso y sostenimiento de tratamiento, esto a los varones padres no les ocurre y que el acompañamiento familiar a tratamiento es mucho menor para mujeres que para varones.

Si bien hay juegos, cuentos, lápices, crayones, papel para les niñes, la falta de un espacio dispositivo específico que acompañe niñes, es una necesidad urgente. Cuando se trabaja en espacio de talleres y espacios comunitarios, es diferente porque se puede pensar alguna actividad para niñes y el cuidado es compartido, pero no dejan de ser niñes en espacio de madres.

En el caso de inclusión de Trabajadoras sexuales a espacios de acompañamiento o tratamiento, uno de los obstáculos que aparecieron para albergarles fue el horario de trabajo y el horario de funcionamiento del dispositivo. Tuvimos que repensar el trabajo.

En relación a la población trans, la demanda es significativamente menor como se expresó más arriba. Cuando llegan, adhieren al espacio, según lo expresado, se sienten contenides, pero las dificultades para sostener son mayores, necesitamos poder articular con otres para acompañar diferentes aristas de su vida que exceden su situación de consumo. Si eso no se cubre, es muy difícil la permanencia en el espacio.

Si bien desde el equipo se articula con diferentes organismos públicos y privados para acompañar situaciones relacionadas con la salud integral: salud, educación, búsquedas laborales, recreación, intervenciones de Secretaría de Niñez, adolescencia y familia (SENAF), otros aspectos legales, es necesario un trabajo articulado y conjunto con estos organismos. Muchas veces, nos hemos chocado con miradas extremadamente patriarcales, culpabilizadoras y estigmatizantes que dificultan el trabajo.

Quienes no tienen obra social, tienen cobertura de tratamiento a través de becas de Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (SEDRONAR); si bien esto responde al derecho de cobertura de una prestación que está dentro de las consideradas como básicas (es decir que todas las obras sociales están obligadas a cubrir), las exigencias de SEDRONAR de 5 días de asistencia no responde a las realidad de las mujeres y otras identidades por todo lo que venimos diciendo anteriormente. Esto fue planteado a SEDRONAR como un obstáculo en el sostenimiento de muchos tratamientos para la población de la que estamos hablando.

Desafíos urgentes

Pensando desde una mirada integral y contextual, nos interesa destacar algunos puntos nodales que se nos presentan como urgentes para transformar algunos sentidos instalados socialmente así como prácticas institucionales.

Es central revisar cómo se visibilizan las particularidades de estas situaciones de consumo, que, en algunos casos, son ocultadas o invisibilizadas en la agenda pública, y desde los medios de comunicación, en la mayoría de los casos, se refuerzan consignas y campañas de prevención estigmatizantes.

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(Imagen: Programa del Sol)

Son necesarias políticas públicas que garanticen el acceso y la permanencia de las mujeres y otros géneros a espacios de tratamiento y abordajes integrales, que no reproduzcan miradas estigmatizantes y culpabilizantes.Permitiendo salir del encierro y la invisibilización socialmente construida en torno a una problemática de salud. Este tipo de políticas implica tener en cuenta particularidades, posibilidades, vivencias, vulneraciones, (in)accesos, derechos, necesidades y potencialidades, valorando variables generacionales y de clase. Elaboradas en conjunto con organismos públicos, privados, organizaciones feministas y diferentes colectivos. Sólo con esa multiplicidad de miradas, se pueden pensar estrategias inclusivas y no estigmatizantes para adoptar medidas de prevención, asistencia y tratamiento.

Finalmente, una deuda histórica y que es un eje central es la formación de los equipos desde perspectiva de géneros, que no es hacer un taller de educación sexual integral o de géneros cada tanto. Sino que se debe construir una mirada transversal en todos los espacios y desde donde se hacen las intervenciones. Es importante trabajar también con los varones en la deconstrucción del patriarcado y en la construcción de otras masculinidades posibles. Si bien son muchos los desafíos por delante, en un contexto complejo, apostamos al trabajo articulado con otras organizaciones e instituciones públicas y privadas con la convicción de que #AcompañarNoCastigar, acompañar #EstarEnLaDistancia.

*Por Trabajadoras del Programa del Sol Asociación Civil para La tinta / Imagen de portada: La tinta.

*Dalila Acevedo, Milena Arce, Belén Ardiles, Paula Boccardi, Maira.Bustos, Eugenia Decca, Nahíbe Mortara, Eugenia Torossi para La tinta