Las extensas discusiones que venimos escuchando sobre lenguaje inclusivo nos han dejado en claro una cosa: el lenguaje es performativo, tiene efectos en la realidad, por eso no es casual que ante el termino DROGADICTO el imaginario asocie rápidamente a un varón, morocho, pobre, delincuente, peligroso, que consumo drogas ilegales, etc.
Entendemos que el lenguaje también puede ser una vía para tratar de impugnar simbólicamente la realidad y que es urgente terminar con la criminalización automática hacía quienes consumen, que además se hace extensiva al resto de los ámbitos de su vida.
Este prejuicio hacía las personas que usan drogas está asentado sobre la base de la normativa publica discriminatoria vigente, lo cual hace mayor el desafió de interpelar el uso del termino DROGADICTO, noción que encarna discursos de odio y segregación. El éxito de la discriminación reside en su capacidad de propagación a través de la naturalización y repetición constante.
La importancia de interpelar estos discursos tiene que ver con poder generar una sociedad que brinde un acompañamiento real a las personas que piden ayuda en relación a un consumo que les causa sufrimiento, independiente de su ilegalidad o no. Necesitamos políticas publicas con mas personal, presupuesto, infraestructura y difusión para acompañar una problemática de salud mental y no castigarla.

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